Mi esposa Telma y su mamá llevan adelante un emprendimiento de catering llamado Cocina y Amor. Tuvieron durante el 2018 el mejor de los 3 años que ya llevan trabajando y haciéndose conocer: clientes y contactos nuevos todos los meses que previamente han visto las fotos de servicios pasados o por recomendaciones de boca en boca. Pero más destacable es que una gran parte de los clientes vuelven por haber tenido una experiencia con el servicio que superó sus expectativas.

Siempre que veo satisfecha a mi esposa por un trabajo exitoso me doy cuenta de que los principios que aplican en el proceso de cocina son muy similares a los que se pueden aplicar al proceso de desarrollo de software.

Pasión por lo que se hace

Cuando Telma se planteó qué empresa comenzar, la primera condición fue que sea un trabajo de su agrado, no la cantidad de dinero que éste dejaría. No había posibilidad de que se dedicara a algo que ella no pudiese disfrutar. Y a ella le encanta cocinar, ama hacerlo y se siente en su elemento.

Determinar que uno debe trabajar con lo que a uno le apasina es aplicable a cualquier trabajo, no sólo a la cocina o el software. Un trabajo que se disfruta nos lleva a querer hacer más de éste, buscar nuevos horizontes y desear crecer para expandir los conocimientos. En cambio, en un trabajo que no se aprecia o que nos disgusta, al poco tiempo terminará por agotarnos no sólo físicamente sino mentalmente.

Planificar para una correcta utilización de los recursos

El modelo de negocio fue evolucionando. Comenzó como un delivery de comidas a demanda: un cliente llamaba, solicitaba una comida, se creaba y se enviaba. El proceso era a contrarreloj, sobre todo si había más de un pedido. La capacidad de producción era limitada y el foco en la calidad se veía comprometido. No se podía planificar selectivamente sobre los ingredientes porque de la lista de opciones podía llegar un pedido de cualquiera. La cantidad de desperdicio que se generaba era grande, porque había que mantener los ingredientes frescos.

El modelo debía cambiar para poder maximizar la utilización de los ingredientes y del tiempo de los involucrados. La calidad del trabajo no era (ni lo es ahora tampoco) una característica dispuesta a negociarse, por lo que había que adaptar el negocio para poder generar el tiempo de trabajo necesario para cada trabajo. El nuevo modelo: contacto con clientes, selección de comidas de una lista y establecer una fecha; permite tomarse el tiempo de planificación del trabajo y aceptar más de uno.

Aprender como ventaja táctica

El cambio de modelo de negocio trajo más desafíos: otras empresas de catering ofrecían una variedad de comidas que no estaban dentro de su conocimiento. Ya no se trataba de hacer comida casera: el público no se limitaba a una familia porque los pedidos de servicio son para, generalmente, eventos o fiestas. Ahora se trata de realizar una presentación para muchas personas.

La forma más eficiente que encontró fue capacitarse. Telma ya terminó un curso de “Catering y Organización Eventos” y ahora está en el 2º año de la carrera de Chef. Fue la mejor inversión que pudo hacerle a su empresa porque la calidad de lo que cocina creció exponencialmente y también extendió sus horizontes.