WORK IN PROGRESS

Él

Me levanté de la cama sintiendo el calor. Por el color de la luz que atravesaba la mugre en mi ventana seguramente era más del mediodía. Tenía sed y mi aliento me quemaba.

Sirviendo el agua con prisa y descuido, miré fijo una nota en un papel arrancado con apuro estaba al lado de la lámpara del living:

Algún día, todo ésto puede ser tuyo

Lo leí aún con el vaso en mi boca, el brazo en alto y los ojos apuntando al papel. Dejé de tragar de inmediato para bajar el vaso muy lentamente y un hilo de agua cayó por mi mentón hasta gotear en el suelo. No hablaba de dinero, ni del mezcal o la cocaína; hablaba de lo que ella me daba cuando estábamos en la cama y sabía que no podía encontrarlo en ningún otro sitio.

Élla

Cerré la puerta lo más suave que pude. Dejé la nota con el papel más sucio que encontré en este lugar; odio este lugar, pero lo que me da lo hace muy bien. Consigue mi droga sin cuestionarme demasiado. Lo que le doy a cambio no me cuesta demasiado.

Me subo al primer colectivo que aparece, para que me lleve al centro y lo más lejos posible. Está amaneciendo. Voy a los últimos asientos así nadie me ve tomar lo que quedaba de coca, que aún sigue húmeda… oh Dios, siento que me quema… cierro los ojos y muchas veces, las imágenes que se aparecen, son más recuerdos que alucinaciones.

Cuando lo vi por primera vez, yo tenía trece años y él dieciséis. Estaba solo en la fiesta de Vanesa y me hizo recordar a mi padre por su forma de mirarme… esa mezcla de odio y culpa. Sentí el mismo vacío conocido adentro de su alma, de la misma naturaleza, que los va consumiendo para que busquen algo con qué llenarla. Pensábamos que ya estábamos listos para vivir y nos sostuvimos la mirada. Tomé su mano, lo separé de la pared que lo mantenía aprisionado y bailamos; fuimos felices sin conocernos esa noche.

Crecimos a los tumbos y de golpe, juntos cada tanto. Yo aprendí a moverme entre la gente, aprendí a jugar mis cartas; él dejó caer todas las pieles que lo envolvían y de repente estaba bajo el Sol del verano, siendo lo que es y mostrándose sin filtros, envejeciendo, como todos los demás. Nunca aprendió a jugar el juego de los adultos.