– ¿Cómo te fue anoche?

– No me fue mal… no, no me fue mal.

– Y supongo que me tengo que tomar ese gesto como que realmente te fue bien.

– Es que no quiero mentir. No me fue mal. Fue interesante.

– Uf, me alegro de que por lo menos fuera interesante! ¡Jajaja!

– Sí…

– … Fueron muchos años. Ya no parece tan fácil como cuando éramos chicos, ¿no?

– Puede ser pero… ¿Sabés qué fue lo más extraño? No fue estar ahí solo de nuevo, no. Nunca me había pasado algo así, no se si es común sentirlo así.

– ¿Volvieron juntos?

– No no, pero el tema está ahí, en volver.

– ¿A qué?

– A la habitación, a la casa.

– No entiendo.

– Luego de prender la luz y sacarme la ropa, te juro que no estaba solo.

– …

– Es decir… Llegué, prendí la luz y cuando la habitación se iluminó, yo ya sabía que estaba vacía, pero en mi cabeza sentía que estaba sentada en la cama. Y se reía; me preguntaba cómo me había ido. Y yo le hablaba en mi cabeza, pero en realidad estaba sin decir nada. Y así fue durante un rato largo, habían dos mundos: uno en mi cabeza y otro en la habitación.

– …

– Supongo que es como decís vos. Que son los años y uno aprende a pensar de cierta manera. No pude pensar de nuevo en Lili. Me cagó de nuevo… ¡y la noche también! ¡Jajaja!