Para mi Papá Juan Carlos Ríos, que siempre es una fuente de inspiración.
Probando– 1, 2, 3. Estamos listos.
Esta es la estación radio-faro en la Isla Grande de Tierra del Fuego, Argentina, América del Sur, planeta Tierra. Estamos transmitiendo en la banda Ka a 32.3 GHz a cualquiera que pueda escucharnos; este mensaje se transmitirá indefinidamente y será la última con intensión de comunicarnos, pero la primera en nombre de toda la Humanidad.
Mi nombre es… irrelevante ahora. Sólo soy un instrumento con el único propósito de transmitir mi agradecimiento, es decir, de todos. Tenemos en nuestro poder un regalo que nos ha cambiado en nuestra esencia, pero aún somos inocentes y estamos dando pequeños pasos hacia algo mucho más grande. Y es hermoso.
No sabemos cómo ocurrió. Muchos creen que ha venido de afuera del mundo, otra raza que comparte el cosmos con nosotros; a mí me gusta pensar que Dios finalmente volvió de sus vacaciones y tendió su mano en vez de inundar nuestras calles para empezar de nuevo. Quién sabe, quizás este regalo sea una nueva Arca en la que hay lugar para todos.
Palabras… me parecen tan lejanas ahora que las pronuncio. Cada vez que oigo mi voz viene a mí el recuerdo de mi padre intentando crear puentes que lo llevaran a la isla solitaria donde estaba su hijo. Es que somos tan distintos de entonces y sin embargo no ha pasado mucho tiempo, pero lo extraño.
Esa época de nuestra corta vida que llamamos adolescencia siempre ha tenido la violencia de un mar picado que vierte su furia sobre la arena de la playa. Es la misma furia la que derriba los caminos que la experiencia (y el amor) intenta crear. Pero nada de eso en vano, no, al contrario. Se queda en el anhelo de los recuerdos.
El día que el mundo cambió llegó sin aviso. Cambió más rápido que antes y tan de golpe que todas las palabras del mundo perdieron su significado. No había manera de explicarlo con la voz, pero si acercabas tu mano a la de otro…
Recuerdo haber discutido con mi maestro de matemáticas esa tarde en el colegio. Volví enojado a mi casa, no queriendo volver jamás allá. Odiaba las matemáticas y nunca le había encontrado el sentido a toda esa basura que me querían meter en la cabeza. Muy enojado. Y mientras mi cabeza lidiaba con los problemas de mi edad mirando la televisión, mi hermano entró de la calle. Se detuvo a mi lado y yo apenas lo vi, pero su rostro estaba desencajado en una mueca de horror. Lentamente giró su cabeza para mirarme y tocó mi hombro con fuerza: sentí una oleada tan fuerte como si una explosión estuviera ocurriendo dentro de mi pecho y toda su vida, todo lo que sintió y vivió en cada instante estuvo dentro de mí. Fue como vivir su vida en un parpadeo y también la vida de la persona que le transmitió ese don. Y también la vida de la persona que se lo transmitió a esa persona. Así, con cada persona hasta el primer humano que descubrió qué era lo que estaba sucediendo: un niño de apenas 2 días. Con 17 años, viví la vida de 15 hombres, 53 mujeres y un niño recién nacido.
Me caí al suelo y lloré. Grité todas las penas, todos los felices momentos de todas esas personas en un solo grito. El mar de furia en mi interior se detuvo por completo, las aguas se retiraron porque yo ya no era una isla solitaria en el mundo.
Y así el nuevo don se esparció entre las personas tan rápido como avanza el día en el horizonte. Cosas sencillas como los libros ya no se usan como antes; se leen sólo una vez y uno puede compartir lo que el lector sintió si se lo pides. Ya no hay escuelas como las que conocí en el pasado: los niños se sientan unos con otros, tomados de la mano durante horas compartiendo lo que hay en sus mentes, en sus corazones. Es hermoso verlos en silencio y verlos revivir el pasado de sus padres, de sus abuelos y sobre todo, de los ausentes. Ya nadie nunca más será olvidado.
Sin embargo tuvimos que dar algo a cambio. Cada vez tenemos menos preguntas sin respuesta y eso ha provocado que dejemos de mirar hacia arriba. Puede que sea el precio a pagar por un tesoro tan grande. Sólo espero que no estemos equivocados.
Encontramos un mundo nuevo dentro de nosotros, mucho más grande que lo que puede haber afuera. Ahora tenemos trabajo que hacer porque nos hicimos mucho daño entre nosotros y necesitamos encontrar respuestas. Cada vez tenemos menos preguntas pero hay delitos que tenemos que atender, nos lo debemos.
La Tierra seguirá su viaje inmutable alrededor de nuestra estrella, en silencio. No habrán más transmisiones de radio ni de televisión, excepto esta. Nos tomará tiempo volver a saber qué decirles, pero no nos preocupa. Dejamos de contar el tiempo que pasa porque también es irrelevante. Sólo los radio-faros quedarán encendidos.
Uds. tampoco estarán solos.
Adiós.