Entre ángeles e insectos
Cada tanto me encuentro con mis propios mensajes del pasado; notas en los márgenes de cuadernos, apuntes o cualquier cosa que cuando era adolescente usaba para escribir. Eran generalmente frases de canciones que me llegaban de una u otra forma, oraciones mías de la época en que todas las noches cerraba la puerta de mi pieza para nadar en mis propios pensamientos. Nunca fue la intención de que fueran mensajes en una botella en el tiempo que destapo ahora, con niños alrededor que buscan una hoja blanca para hacer dibujos. Y sin embargo ahí están. A veces me dan gusto encontrarlas, otras no tanto. Con la distancia que puso los años entre nosotros puedo percibir un torbellino de emociones: alegría, pesar, dolor, placer. Puedo percibir un muchacho que necesita ayuda… No se si fuese un muchacho capaz de recibirla, pero era alguien que necesitaba alguna clase de guía. Puedo decir que no tenía la capacidad de percibir la falta porque, obviamente, era un adolescente que lo sabía todo.
En ese entonces aprendí que mi mundo interior era más grande que el de afuera. Qué época increíble, ¿no? La adolescencia. Un mundo lleno de incertidumbres, de descubrir que existimos en el corazón de otros que no son sólo nuestros padres. El amor y el dolor, tan intensos, nuevos. Un camino que se abre frente a nosotros, pleno y completamente nuestros. Una de las épocas más felices de mi vida, pero no la última. :)
“Liberé el poder dentro de mi cuerpo y el Universo se expandió”
La canción que le da nombre a este post me apareció entre las listas de videos que tengo en YouTube. Ahora es más fácil viajar al pasado con Internet y también más difícil olvidar… Parece que es bastante pesimista lo que estoy relatando, pero en realidad mi intención es más altruista. Uno, la persona, es la construcción de los hechos de su pasado y las expectativas que se depositan en el futuro; estamos en la coyuntura. Es imposible poder trazar una nueva línea hacia adelante sin ver para atrás. Yo trato de hacer las paces todo el tiempo con el pasado, conmigo y con las cosas que no puedo cambiar. Recordar cada tanto qué es lo que era y cómo cambian las situaciones y las propias formas de pensar siempre me hacen viajar entre mis pensamientos como antes. Me gusta ver las diferencias de mí entre los años, está llena de matices y emociones.
No se si sea así para todos. No podría pensar por alguien más, o generalizar. Sólo es una de las pocas creencias que tengo sobre lo que puedo rescatar de la vida como una constante.
Arrancó el 2020 e hice muy pocas proyecciones para el futuro. ¿Listas de libros para leer? No tiene sentido, nunca las cumplo. No porque no quisiera, sino porque encontré que proyectar tan lejos en cuestiones poco importantes no tiene sentido. Incluso en las cosas que son importantes encuentro la dificultad de proyectar una visión a largo plazo y encontrar la unión ideal entre el día a día y los objetivos. Descubrí que soy bastante reactivo, la verdad: tiendo a buscar la calma en situaciones de peligro. Planifico mejor cuando hay un problema concreto a mano y siento que busco soluciones eficientes en un contexto acotado. No es la mejores de las cualidades. ¿Actitudes a cambiar? Me encantaría, pero no. No porque no tenga, sino porque cuando termino de cambiar algo, otra cosa mala aparece. Quizás de eso se trata, pero tampoco quiero ser mi propio enemigo. Tengo algo pendiente muy adentro mío y es ser más compañero de mis propias necesidades.
Estoy de vuelta en el viaje de exploración introspectiva. Me tomó 8 años. Caí y me dejé atrapar con gusto en los libros que apoyan el freelancing, el emprendedurismo, la propia mejora continua. Ojo, no digo que estén mal; he aprendido muchísimo de esos libros, pero no creo que yo sea el público al que esté apuntado. Hicieron mucha mella en todas las cosas que yo sabía ciertas y cuando comencé a cuestionarme todo, no tuve un punto de apoyo fijo, no supe a dónde mirar, ni quién era siquiera. Lo que yo necesito está más adentro aún, no sólo ver la fruta en el árbol y trepar para llegar, sino primero saber quién soy. Saber que valgo tanto incluso sin tener que ir a buscar la fruta al árbol más alto. Me hicieron más frágil, pero tampoco puedo arriesgarme a decir que habría estado mejor sin ellos.
Soy una persona corriente. Promedio. Quizás lo que tenga de especial es que nunca desarrollé bien mi propia resiliencia. Puede que incluso, lo especial, está en por fin saber que no soy especial. Hoy encuentro más valioso ser sincero conmigo mismo más que dar la imagen que los demás prefieran percibir.
Dudé durante mucho tiempo en siquiera hablar sobre el tema en mi blog. Mi intención de crear este sitio fue ayudar a vender una mejor imagen propia hacia afuera, para “posibles empleadores”. Otra recomendación de otros blogs para ayudarte a mentir mejor y estoy cansado de tratar de dar esta apariencia de tipo súper aplicado, la cual obviamente no tengo. ¿Me molesta no tenerla? Sí, muchas veces. “Sos un serruchito: laburás bien y luego aflojás” me dijeron en diversas ocasiones en el trabajo. ¿Estará atado al mi vaivén de mis emociones? Creo que sí. No tengo la capacidad de hacer lo que tengo que hacer a pesar de que no me sienta a gusto de hacerlo. También puede deberse a mi búsqueda de aprobación externa… Pero ¿sabés qué, Ariel? Luego de las 18 hs, a nadie le importa si lo hacés o no lo hacés bien. Creo que a vos tampoco debería importarte. Porque la verdad que nadie te dice es que ya lo estás haciendo muy bien. :)
Lo que importa está en casa. El amor de la familia, un hogar que te espera, una ducha caliente. Los mates con los amigos. Nada de eso está muy lejos. ¿Qué más estoy buscando?
Hay una distorsión entre lo que piensa mi mente y lo que hace mi cuerpo. Eso, que está en el medio, es lo que soy.