Una parte de mí

La vida comienza otra vez :)

Por Ariel Gerardo Ríos / 2019-12-23 19:23:00 -0300 relato

PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM-PUM

Ese sonido que se repite al infinito, que parece lejano, que parece que viene de otro mundo, es un corazón. Es mi hijo en el vientre de Soledad viviendo las primeras semanas de su vida. Llega a mis oídos, derrumba todo en mí y se lleva las palabras; es la primera vez en mi vida que escucho este sonido, el de la vida creada por nuestra cuenta.

– Late fuerte, ¿no? –nos pregunta la ecógrafa. Asiento con la cabeza en silencio. No hay nada que pueda decir que le haga justicia a la situación.

Volvemos en colectivo a casa, es todavía de mañana. Casa es aún un término con significados diferentes para cada uno y no está claro si en algún momento va a cambiar. Tengo 23 años, ella 20. Nos despedimos, yo me quedo en la esquina de mi cuadra, viéndola alejarse, llevándose consigo una parte mía que antes no existía: ahora yo no soy sólo yo en el mundo, soy yo y una parte más, en otra parte. Quizás porque hasta hace unas horas sólo era una incógnita, podría decir que tenía la forma de “un problema que hay que solucionar”, un “¿nos alcanzará lo que gano?” o un temeroso “¿vamos a vivir juntos?” que se quedaba sin respuesta. A partir de ese instante y para siempre supe -y aún hoy lo recuerdo- que ya no sólo vivía dentro de los límites de mi cuerpo y mi mente.

Estoy muy asustado. Cuando me levanté por la mañana pensaba que había sido todo lo que podía ser: un adolescente desafiante, despreocupado, irresponsable, que había amado y también perdido… Ahora, esto me golpea con toda su energía, derrumba todas mis certezas. No es algo definido, sí con matices encontrados de felicidad, impotencia, a veces arrepentimiento, pero con el claro propósito de verlo crecer. Curiosidad, soledad. Es el brillo fuerte de nuevas oportunidades.

Tengo entrevista para un trabajo en 2 horas. Lo que gano ahora no me alcanza para nada de lo que se viene. Y mañana otra y pasado también.

Miro por la ventana del tren que me lleva al centro la gente que sigue con su vida cotidiana, inalterable. Nada se detiene por nadie, pareciera que nadie es importante. Tengo tantos pensamientos que parece que llueve dentro de mi cabeza:

Me siento solo.
¿Cómo se agarra un bebé?
Ese viejo no parece haber sido feliz en su vida…
¿Y si hay algún problema en el parto?
¿Quiero vivir con ella?
No podría dormir pensando que alguien más duerme a mis hijos.
¿A qué edad empiezan a hablar?
¿Y si me quedo sin trabajo?
¿Habrá sentido lo mismo mi papá?

Papá.

En el colegio nunca me hablaron de las cosas que importan. Está mal, pienso, ¿o es acaso que esto se aprenden sobre la marcha? El tren me lleva a mi destino con mis incógnitas a flor de piel, para empezar a vivir de nuevo.

Fin.