Había una vez un señor que se puso el traje, se fue en cohete al espacio y de ahí a la Luna. Descansó allá porque ¿quién no se cansa de viajar tanto? Y al otro día siguió su camino. Y siguió y siguió hasta que se le rompió un ala… Luego la otra y terminó cayendo a un planeta. En ese planeta había un país de alienígenas y en el país había una mesa con plasticola, muy convenientemente para nuestro amigo espacial porque con ella pudo arreglar las alas. Los alienígenas estaban muy enojados porque era la última plasticola… ¡Y se la llevó! ¿Cómo puede ser? Se la llevó por las dudas que se rompa la nave otra vez. Tan enojados estaban que cuando se fue, no lo saludaron. ¡Estaban como locos! Tanto, tanto que se subieron a sus naves para perseguirlo a Juan (porque ese era su nombre) Y lo persiguieron y lo persiguieron y lo persiguieron. Cuando lo atraparon, le dispararon con su arma de arriba y ¡qué suerte que tuvo Juan de llevarse la plasticola! Porque cuando se rompía el cohete con los disparos él lo arreglaba.
Luego de tanto alboroto, aterrizó en el patio, corrió y corrió hasta llegar a su casa pero los alienígenas no se rindieron y le rompieron la casa a la mitad. Pobre Juan. Del susto, Juan dijo muy enojado:
– ¡Qué locos que están!
Juan se rindió y se lo llevaron con una luz celeste.
FIN.