Verán… Mis ojos tienen una, ¿cómo decirlo? Condición. Por al menos por 1 minuto soy ciego. No recuerdo cuándo empecé a sufrirlo, pero me pasa si el cambio de luminosidad es demasiado rápido. Así fue cómo se arruinó mi regreso de unas merecidas vacaciones en la playa: ya queriendo llegar a mi casa, sentí el temblor y no me ayudó el cambio de luminosidad haciendo que me accidente.
¡Oye! Ya veo tu cara de aburrimiento. Si tanto querías saber cómo era lo “normal” tendrás que seguir escuchando, sino te lo hubiese resumido a “no teníamos que tener miedo a los demonios porque, supuestamente, si eramos buenos no los teníamos que ver nunca”. Así que presta atención.
¿Dónde estaba? Ah, sí.
Cuando recuperé la vision salí del auto pero me di cuenta de que, a pesar de no haberme pasado nada del otro mundo sabía que se avecindaban los horrores más grandes que la Humanidad jamás podría afrontar, o siquiera imaginar. Grité porque el atardecer era rojo… Porque el Sol abrió su ojo.