Estoy acostado y la tenue luz de la mañana baña mi rostro. Remuevo la cabeza. «Muchas cervezas» ─me digo sin abrir los ojos. Quiero saber la hora, pero la pesadez me lo impide. ¿Cuántas otras veces me habrá pasado? Me escucho respirar. Ahora mi latir. Unos instantes más y giro sobre la cama hasta llegar al buró. Alcanzo el reloj: 08:36 hrs.
Me quedo tendido un largo rato. Abro los ojos. Un extraño espasmo me recorre el cuerpo. Nunca había tenido un cumpleaños como el de anoche. Es raro y a la vez emocionante que hubiesen llegado todos mis ex compañeros de la secundaria. ¡16 años sin verlos!
Criss, la que siempre se sentó a mi lado en clase de matemáticas, traía unas arrugas bien puestas y no paraba de contar anécdotas que parecían inverosímiles. Robert, el flaco del salón, sonreía con esa sonrisa amplia y contagiosa que siempre me pareció eterna. En ese momento lo recordé en aquel campo de fútbol anotando un gol que no entró, pero igual sonriendo como ahora. Nicolás, con quien tuve una disputa por una chica del 3° A, le cantaba a un pequeño grupo que había formado y decía que había participado en un reality musical televisivo. Algunos juraban haberlo visto mientras otros dudaban, pero tampoco podían desmentir porque su voz era bien afinada.
Al fondo, las carcajadas de Hortencia eran exactamente igual a las de la última vez que la viste. ¿Habré tenido un romance con ella? ─te llegas a preguntar mientras le sirves un poco de refresco. Te das cuenta de que Eusebio la mira fijamente. De haberle preguntado tal vez diría que Hortencia estaba loca. Sin embargo, no habría dudado en besarla.
Con el misterio que le caracterizaba -además de sus dientes un tanto salidos- llegó Magnolia acompañada de su prima Esther, que conociste en una fiesta que la misma Magnolia organizó a petición de la prima para poder conocerte.
─ ¿Me recuerdas?
─ ¡Tan hermosa como entonces! ─dices, sabiendo que lo era, que lo es, pero que nunca sabes por qué extraña razón te largaste.
Esther te dice que si nunca notaste algo extraño en Magnolia. ¿Cómo qué? Ella te dice que las miradas durante las clases, las llamadas que te hacía a tu casa y, hace un énfasis en esa “y”, que te compartiera afanosamente de su lunch todos los días. Te rascas la cabeza, te mesas la barba… te das cuenta de que no habías notado todos esos detalles. ¿Qué cómo lo sé? ¡Porque ella me lo dijo! ¡Estaba enamorada de ti!
En ese momento Ernesto puso la de Joaquín Sabina, “Con la frente marchita”.
─ ¿Bailas? ─le preguntó Esther sin temor al rechazo.
El ritmo que ella imprime le gusta. Se deja acompasar. Mientras sonríe, se pregunta por qué diablos no continuó con ella. No sabe qué responderse.
─ ¿Estás muy serio? ¿Te molestó lo de Magnolia? ─pregunta Esther descubriendo el entrecejo de Lucas
-No, no, ─dice él trastabillando.
En el momento, mientras baila, se encuentra con la mirada de Magnolia. Ella se lleva el vaso a la boca.
Esther le sube ambos brazos por sus hombros mientras Sabina canta “duró la tormenta hasta entrados los años ochenta…”, “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió…”
Luego se juntaron al fondo del patio para el tema de las fotos.
─ Todos tienen que compartirlas. -grita Lucas a los “fotógrafos”.
Unos y otros se juntan, se entrelazan, pusieron sus mejores sonrisas. Lucas se queda al lado de Esther. Siente su delgadez, su calor. Pero también el de Magnolia, que de inmediato se colocó de su lado izquierdo.
─ ¡Güisqui! ¡Güisqui!, gritan unos y otros buscando una sonrisa para eternizar el momento.
─ ¡Clic!
Luego vinieron los aplausos y los abrazos. Mientras lo abrazan y lo felicitan por su cumpleaños, Lucas siente la calidez de todos. Sabe que no fue el más destacado en la escuela, pero sí uno de los más populares.
─ ¡Salud por el del cumpleaños! ─gritó Eligio con su voz delgada pero que emocionó a todos, y todos levantaron sus copas.
Volvieron a poner música. Otros más contaban chistes alrededor de la mesa. Los brindis y los vivas por el cumpleaños y el reencuentro iban en aumento.
De pronto la música, el cuchicheo, las carcajadas, toda aquella algarabía, se silenció.
El timbre del teléfono sonó. La voz del otro lado del teléfono tiene prisa:
─ ¿Tarde? ¿A dónde? ─pregunta Lucas extrañado.
─ ¿Cómo que a dónde? ¡Al trabajo!
─ Pero… Si hoy es domingo…
─ ¡Estás loco! ¡Te estamos esperando en la junta!
Lucas reacciona, aunque no atiende la realidad.
─ Sí, sí… Ya voy, dice, mientras comienza a enfundarse con rapidez los pantalones de mezclilla.
Después corre hasta la puerta. Mira el calendario: catorce de marzo de dos mil veinticinco.
Vuelve a sonar el teléfono. Estresado, contesta Lucas
─ Por cierto, le dice Abel al otro lado de la línea, ¡Felices cuarenta!