El dragón del atardecer rojo

Por Martín Gabriel Ríos / 2020-06-29 23:13:00 -0300 Arte de artstation.com/chowbanabun ficción

Me ocultaba tras los restos de un edificio. Fue hace tantos años que no recuerdo qué era, podía ser un banco o también podía ser un mercado. No, tienes razón, eso no importa.

Cuando parecía que lo había perdido el maldito salía de la nada, siempre de la misma forma, como un cuervo… Ahora pienso que se burlaba de mí, pero en ese momento no entendía muy bien cómo lo hacía.

No tenía ojos, nariz ni oídos. La única parte de su cuerpo que no tenía escamas era su cabeza, una cabeza humana con una gran boca, sin labios, con dientes afilados. El resto de su cuerpo es como cualquiera esperaría que fuera un dragon: alas en vez de brazos, una cola y piernas de dinosaurio.

Comencé a correr. Ahora sabía lo que se sentía ser cazado. Estaba completamente desesperado y sin poder hacer nada, llorando del pavor. Esa fue mi rutina durante los próximos días. No se si tenía conciencia pero de vez en cuando nos encontrábamos a una que otra persona y pasaba al lado de ellos como si nada. Durante las noches yo trataba de dormir pero con el sentimiento constante de que me estaban observando. Al parecer él también “dormía”, realmente no lo se… No se si eso cuenta como dormir cuando no tienes ojos.

Llegué al borde de la ciudad finalmente. Había cierto grupo de personas que estaban acampando. Habían restos de otras criaturas que no pude reconocer. Cuando los vi, comencé a correr hacia ellos. Estaba tan agotado que no podía sostenerme en pié y me tropezaba un poco. Todo se lo debía a ese sentimiento de ser una presa… Recuerdo que comencé a gritar “¡Dragón! ¡Dragón!” y uno de ellos le hizo señas al otro: en un instante apareció cargando una bazooka -luego me enteraría que sólo les quedaba una munición-. El dragón salió del costado del edificio por donde yo había salido. Su ala derecha rompió uno de las paredes, casi cayéndose y eso lo atrasó un poco, dándome tiempo para llegar hasta ellos. El dragón cuando se recuperó siguió volando hacia nosotros y abrió su boca lanzando un grito espantoso cuando la munición chocó contra el edificio y los escombros cayeron sobre él. Escapamos. Nunca supe si realmente murió o sólo se desmayó, pero dejó de moverse por un tiempo.

El hombre que parecía que estaba a cargo me dijo “tienes que dejar de sentir miedo, es a través de él que te rastrea, por los latidos de tu corazón”. Me indicó que respirara y exhalara, lo típico para que dejara de tener miedo. Cuando el dragón despierte me prometió que se iría por otras presas al no sentir el miedo en mi corazón por un tiempo.

Dijiste que era para el “Manual de Defensa Contra Monstruos”, ¿no?. Ya saben qué hacer si están en las ruinas de alguna ciudad y se encuentran con uno de éstos.

Me uní a ellos y aquí estoy. Ese pequeño grupo se convirtió en esta gran base en la que ahora estás. A pesar de toda la fortificación jamás dejé de sentirme observado, no se si será porque ese dragón todavía está buscándome. O por ese ojo que alguna vez llamamos Sol.